Salvador Morales Martín

Todos los artistas sienten la necesidad de comunicar, de manifestar su hallazgo, cada uno de un modo diferente. Muchas veces, el que crea se siente simplemente mediador, portavoz de una realidad que se manifiesta a través de él y que, a veces, se le presenta como extraña. Se lanza a la creación, sin saber cuál será el fin de la obra.

El artista se mueve entre la necesidad y la esperanza. Necesidad de mostrar el hallazgo y esperanza de lograr comprender la realidad a medida que se le va desvelando, pues que esta se muestra a través de él. Esperanza entendida como aquello que determina al hombre que quiere nacer del todo, llevar hasta el fin su proyecto. Es necesaria una especial predisposición para que la verdad visite al creador, al artista; en este proceso es necesaria la soledad, pero esta debe estar acompañada de vacío y silencio, y que esta situación se viva como necesitando de ser colmada.

Pues bien, la presente exposición de Salvador Morales, se puede entender como un intento de encontrar, a través del conjunto de sus cuadros y de cada uno de ellos en particular, una identidad de la realidad que se busca y del color que se manifiesta. Prueba de ello es el título que presenta cada obra, donde cada uno de ellos, a través de la presencia prioritaria de un color, nos lleva a reconocer la realidad fragmentaria y la multiplicidad de posibilidades de lo que nos rodea.

Como docente intenta dirigir y educar la visión del que se acerca al arte anhelante y temeroso al mismo tiempo. Decisión, audacia, equilibrio, son las características que pretende transmitir. No podemos acotar y restringir la realidad en un simple punto de vista; la riqueza de matices que podemos captar y, posteriormente plasmar, requieren atención y expectación, al igual que la capacidad de dejarse sorprender y no renunciar nunca a ser capaces de manifestarnos a través del arte por miedo a no cumplir nuestras expectativas.

Salvador se enfrenta a cada obra nueva como un reto, partiendo de una idea, como decíamos antes, moviéndose entre la necesidad y la esperanza, pero con la determinación para conducirnos hacia algo concreto, como puede ser un paisaje. Unos colores fuertes que nos llevan a pensar en un atardecer en África, un sol radiante en la mitad del Océano, aspectos más metafísicos que se transmiten en los colores más pálidos, o la propia realidad de la persona construida por capas superpuestas a lo largo de la vida.

Teniendo en cuenta los momentos que vivimos, en que se concede demasiada importancia al conocimiento instrumental, a la repetición de patrones, ejemplos, etc. en que el pensamiento convergente parece haberse establecido como paradigma incuestionable, es de alabar la labor de docentes entregados al arte, a la creatividad, así como de centros educativos que sean capaces de apostar por la cultura en todas sus vertientes. Para unos y otros esto supone un gran esfuerzo, que solo se puede entender desde el compromiso personal y social.

A. Berenguer